Hablemos de la prevención de la violencia machista. Ya que la prevención de la violencia en las relaciones y el fomento del buen trato es una tarea fundamental para poder incorporarlo en un estilo de vida sano y saludable.
Tenemos que tener en cuenta que de lo que no se conoce no se puede prevenir, por tanto para prevenir debemos identificar y reconocer la realidad de violencia con la que convivimos y que nos acompaña en multitud de momentos y lugares, la hemos normalizado y la hemos incorporado en nuestro día a día.
Al trabajar en las aulas la prevención de la violencia machista en pareja, observo que muchos de los mensajes van dirigidos a las chicas, para que identifiquen, reconozcan, rechacen y sobre todo conozcan las alternativas a una situación tóxica que las está minando.
¿A quién va dirigida la prevención de la violencia machista?
Hasta ahí muy bien, pero ¿qué pasa? Que esto es un asunto de dos, una responsabilidad compartida y si la balanza no la equilibramos y no lanzamos mensajes a la otra parte, poco vamos a conseguir. Por eso, en nuestra labor como personas educadoras, facilitadoras del aprendizaje, no podemos olvidar a la otra parte de la ecuación, a ese chaval que observa a veces indignado, otras cansado y otras pasando del tema o de la charla como a veces lo llaman.
Teniendo en cuenta ambas partes, ambas realidades subjetivas, como chicos y chicas en la sociedad en la que vivimos, nuestro esfuerzo ha de ir dirigido a que a través de dinámicas, juegos y reflexiones el alumnado se implique en el taller y cuestione el orden establecido a través de casos prácticos, experiencias y situaciones vividas.
Al naturalizar ciertas conductas y tomarlas por “eso lo normal” se asumen sin cuestionar, porque “esto es lo que hay”. Se trata, no sólo de identificar lo tóxico sino además de trabajar en grupo y promover alternativas a esas situaciones de maltrato, trabajar la resolución de conflictos desde el buen trato, conocer recursos de ayuda y sobre todo y muy importante, de desarrollar en los chicos y chicas un autoconcepto y una autoestima que no tolere que nadie, le trate por debajo de su valor, porque todos y todas tenemos un valor incuestionable y por tanto darles modelos alternativos y sanos para que no justifiquen el maltrato en las relaciones entre iguales y sobre todo en las relaciones afectivas.
Para adoptar unas buenas prácticas sanas que se consoliden en su forma de relacionarse y que sean la base para incorporar el buen trato en las relaciones y afianzarlo en la etapa adulta, debemos hacerles comprender que las relaciones de pareja deben basarse en el respeto mutuo, en la confianza, en la comunicación, la autonomía, la libertad y el diálogo, en la negociación como forma de resolución de conflictos y en la igualdad.
Al igual que la violencia es aprendida, el respeto y el buen trato también se aprende, se entrena y se trabaja.
Cualquier comentario o experiencia será bienvenida.
Este artículo lo escribe Isabel Guerrero Campoy que puedes encontrar en su blog.]]>